Una de las
huellas más palpables de la actividad humana en Picos de Europa ha sido sin
lugar a dudas la minería. Fueron principalmente dos los grupos de explotación minera;
uno ligado al hierro, concentrado principalmente en las explotaciones de
Buferrera en las proximidades de los Lagos de Covadonga (desde 1893 hasta
inicios de los años 70, con algunas paralizaciones); y otro, ligado a la explotación
de los minerales de zinc, en el Macizo Central y Oriental (desde mediados del
siglo XIX, hasta finales de los años 20, prolongándose después desde los años
40 hasta 1984). En ambos casos, la transformación del paisaje y el impacto
ambiental fue grande, ya que se realizaron importantes transformaciones morfológicas
(escombreras, balsas de decantación, redes de caminos) e hidrológicas (cambios
en los emplazamientos de las fuentes, cambios en las redes subterráneas y,
sobre todo, la canalización abierta de los lagos de Enol y de la Ercina, que
iban a parar a una conducción forzada en el salto hacia Comeya y la pérdida definitiva
en 1924 de Pozo de Ándara.)
Minas de
Buferrera (Lagos de Covadonga).
Minas de
Áliva (Macizo Central).
A estas
transformaciones hay que añadir las que derivaron del primer tratamiento de los
minerales del zinc en la comarca. El enriquecimiento de las calaminas (carbonato
de zinc) en mineral metálicp se realizaba a mitad de camino Largo por medio de calcinación
del mineral en hornos situados en y el Dobrillo (Bejes), en Urdón y en Ojedo. Para
realizarlo, se utilizó la madera de los montes próximos, consumiendo un volumen
importante, estimado en unas toneladas
de madera de roble y haya durante los
años del periodo de explotación comprendido entre 1859 y 1924.
Restos de
los Hornos del Dobrillo (Bejes, Macizo Oriental). Con la calcinación de las
calaminas (carbonato de zinc), se conseguía una importante reducción del peso y
el consiguiente enriquecimiento del material en zinc, lo que redundaba en un
abaratamiento de los costes del transporte.
Hoy, la minería
en Picos de Europa no se encuentra activa. Sin embargo, en muchas ocasiones
lejos de apreciarse los efectos ambientales nocivos que pudo acarrear, los
espacios mineros son contemplados con admiración por tener una carga de historia
heroica al ser una explotación difícil, única en España, por la altitud a la
que se desarrollaba y por su naturaleza estacional. Sólo la riqueza de los
yacimientos justificaba su explotación.
Blenda acaramelada
de los Picos de Europa; la mejor y más apreciada del planeta.
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